Con esta idea Rudolf Steiner resume la esencia de la Antroposofía: ella es un puente viviente entre el conocimiento sensible, material, de lo ponderable y el mundo suprasensible, espiritual, que no podemos ver, pero cuya realidad se imprime como huellas en este mundo visible. Ella no entrega una suma de información teórica acerca del mundo espiritual, sino que nos abre el camino para aprender a “leer” el lenguaje divino “impreso” en la realidad física, a descubrir aquello “oculto “en las manifestaciones a nuestro alrededor.

Existen, además de las leyes físicas, otras leyes que rigen lo viviente, lo anímico y lo propiamente espiritual. Esas leyes, como una mano invisible rigen los respectivos fenómenos y si bien no podemos ver esa mano, podemos deducir por su huella, muchas de sus cualidades, así como de la huella en la arena, podemos saber muchas cosas del caminante, a pesar de él haber pasado por allí en otro momento.

Con esta misma mirada, el cuerpo humano y sus procesos también pueden ser “leídos”, y esta lectura, permite una comprensión ampliada de la fisiología y fisiopatología del ser humano. La mirada de la Medicina Antroposófica no sustituye el conocimiento actual de la medicina convencional, simplemente lo enriquece. Por ello, la Medicina Antroposófica no es una medicina alternativa, no se opone, reemplaza o niega los conocimientos actuales, más bien los contempla como base útil para entender una parte del ser humano, como primer escalón. Este primer escalón, corresponde a la comprensión del cuerpo físico y sus procesos mecánicos, pero cuando ascendemos a procesos más sutiles, como los procesos vitales, anímicos, y espirituales, la medicina actual tiende a perder el piso, pues sus herramientas solo pueden medir y pesar (muy finamente por cierto ). La afirmación final de la medicina contemporánea puede resumirse en la siguiente idea: “el hombre, como animal refinado, está por completo contenido dentro de su piel, toda su vida anímica es una ilusión al igual que la sensación de ser un individuo, un Yo; estas experiencias son producto de meros procesos bioquímicos complejos“

Sin embargo, nuestra experiencia interior nos hace desconfiar de esta aseveración, pues sentimos algo diferente: “yo, soy un yo, me siento a mi mismo como un individuo que existe no solo como ilusión de cierta combinación química compleja, sino como un ser real”. Esta experiencia es la que finalmente genera una insatisfacción y una grieta insalvable entre ciencia y espíritu, grieta que el conocimiento antroposófico subsana a modo de puente.

El hombre puede entenderse y abarcarse mejor, considerándolo como un ser constituido por un cuerpo físico (aspecto mineral) un cuerpo vital (similar al de los vegetales), un aspecto anímico (emparentado con los animales) y un Yo, propio del hombre, a través del cual él se inserta en una vida particular, en un contexto biográfico único. El estudio de su constitución cuaternaria y de su biografía, permiten comprender mejor la naturaleza y el sentido de las enfermedades.

Si el hombre puede entenderse de modo distinto, su vínculo con el resto del mundo también, y de ese entendimiento ampliado del vínculo entre el hombre y el resto del universo, surge el conocimiento de las sustancias (minerales, vegetales o de origen animal) como potenciales medicamentos.